Es curioso que, en nuestro país, en muchas de
las ocasiones que mencionamos la palabra globalización, y a pesar de la
educación y formación académica que se recibe en centros educativos y, hasta
con la que viene de los medios de comunicación, la deformación política se
mantenga por sobre todo eso, y muchas personas les falte casi que solo
persignarse cuando escuchan el término, y peor aún si se le pide información
acerca de este tema, ya que el desconocimiento es mucho.
Hay personas, en especial, en el campo
político, que ven la globalización como algo casi que satánico. La consideran
invención del lado oscuro, o una corriente que fue creada para acabar con el
mundo.
Lo interesante es que muchos de esos mismos
políticos e incluso personas que tienen que ver con las ciencias sociales,
creen que la globalización es un movimiento “ochentero” de creación reciente, y
casi una invención de los Estados Unidos de América. Pero, como había señalado
en el informe de lectura anterior, para mi haber, nosotros estamos globalizados
desde la diáspora africana, desde que los homínidos salieron de África y se
repartieron por el mundo, porque desde ahí, los seres empezaron a
transculturizarse, a compartir, a intercambiar.
Muchos de los que hablan de la globalización
con desdén, muchas veces ni siquiera tienen la consciencia, que muchas de las
cosas que tienen y usan en su entorno, son producto o han llegado a ellas, a
través de la misma globalización, desde los mismos alimentos que consumen, su
ropa, su perfume, hasta la tecnología que utilizan a diario.
Y cuando se les hace ese señalamiento, lo único
que pueden indicar, es que la globalización es inhumana, es un proceso que ha
ampliado las brechas en muchos campos de la vida humana, y que como tal es un
proceso contraproducente, porque solo ha beneficiado a unos pocos y afectado a
miles de millones de personas alrededor del orbe.
Otra de las cosas que llaman la atención, es
que la globalización ha sido un movimiento con el cual le ha tocado cargar a
las personas que se incluyen y profesan el pensamiento y doctrina política
llamada neoliberalismo.
El neoliberalismo tomó fuerza como tal, en la
misma década de los ochentas, después de la crisis económica provocada por los
precios de los hidrocarburos a nivel mundial, poquito después de que las
principales potencias económicas del mundo, comenzaran su éxodo en busca de
recuperar los dineros que habían prestado a través de empréstitos, “ayudas”
humanitarias y condonaciones, a los países tercer mundistas, que desde inicios
del siglo XX, en especial en América Latina, se habían metido en un proceso de
reconversión industrial, y que al no tener recursos propios para llevar a cabo
esa tarea, habían recurrido al endeudamiento externo.
A través de los organismos financieros internaciones,
como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, las potencias
económicas, realizaron el cobro de los dineros que se adeudaban en el tercer
mundo, y que era obvio, que en plena crisis económica, estos últimos no iban a
tener los recursos para hacerle frente al cobro de dichas deudas y en muchos
casos hasta declarar la moratoria en el pago de las mismas, lo cual les limitó
para obtener nuevos créditos, que como economías en desarrollo, necesitaban
para tratar de seguir a flote y funcionando.
Ante la situación de la mora, muchos organismos
financieros, tomaron la decisión de no seguir facilitando créditos si esas
mismas naciones tercer mundistas, no cumplían una serie de pautas y/o
requisitos para que ajustaran sus economías y principalmente el funcionamiento
de sus Estados. Dichas pautas es lo que se conocieron es muchos países
latinoamericanos como “Programas de Ajuste Estructurales”.
Los Programas de Ajustes Estructurales, entre
otras cosas, planteaba un redireccionamiento en las funciones y obligaciones
del Estado. Regresaba a uno, donde el aparato estatal se volvía a convertir en
un mero administrador de la hacienda pública, sin poder dirigir la parte
económica y menos controlarla ni manipularla. Debía deshacerse de las empresas
estatales para reducir el tamaño del aparato estatal, con el fin de recortar
gastos en planillas y también tratar de hacer más eficiente el funcionamiento del
mismo, ya que, por ejemplo, en el caso de nuestro país, en la década de los
setentas, el Estado costarricense se había convertido en el mayor empleador y
obviamente, los costos de su funcionamiento eran enormes.
Con la aplicación de la reingeniería estatal y
la reducción del tamaño y las funciones del Estado, se pretendía, que los
recursos que iba a utilizar el Estado para su funcionamiento empresarial,
fueran utilizados para el pago, aunque fuera, de los intereses de la deuda
externa, lo cual al final no era tan malo, porque le permitía al Estado hacerse
de recursos propios, sin tener que recurrir a más endeudamiento para hacerle
frente a sus obligaciones con los organismos y naciones que habían facilitado
empréstitos a las naciones subdesarrolladas para la puesta en marcha de su
proceso de industrialización y aplicación del modelo de sustitución de
importaciones que tan de moda estuvo en América Latina después de las dos
primeras décadas del siglo XX.
Uno de los primeros puntos negros que se le
señalan a esa reforma “neoliberal” del Estado, es que dejó al mismo,
supuestamente, sin soberanía, ya que señalan algunos autores, ahora los
gobiernos no pueden tomar muchas de las decisiones que antes podían realizar,
como la intervención directa en la economía, en la banca o en la toma de
medidas proteccionistas para su producción interna, así hay otras situaciones
más que señalan como negativas del “neoliberalismo”.
Y es que uso la palabra neoliberal entre
comillas, porque nosotros aún no hemos logrado ser testigos de un gobierno
neoliberal puro. Aquí la mayoría de gobiernos siguen estando ubicados del
centro hacia la izquierda en sus ideologías, y la gran mayoría o han sido
socialismo o socialdemocracias, que, a fin de no quedarse sin financiamiento
exterior, han implementado algunas medidas de corte neoliberal, que más bien a
creado una especie de híbrido, entre políticas liberalizadoras e
intervencionistas, que distan muchísimo del “malvado neoliberalismo” del que
tantos se quejan y al que muchos asusta.
De hecho, es cotidiano escuchar a las personas
que simpatizan con las ideologías del centro hacia la izquierda, decir que la
mayoría de países latinos, están quebrados por la aplicación de esas medidas
“neoliberales” que, en muchos casos han acabado, según ellos, con la acción
social del Estado y han ido en detrimento, de muchos de los “logros y luchas
sociales” que se alcanzaron a mediados del siglo XX.
Es una lástima que, por tiempo, espacio y tema,
no se pueda realizar en este informe, un análisis de la situación del país no
desde la aplicación del modelo de sustitución, si no desde antes, tal vez desde
la época reformistas, o aún más, desde los mismos inicios del siglo XX, para
tratar de confirmar o más bien, echar por bajo, la famosa frase tan de moda de que
“Costa Rica está quebrada por los gobiernos de los últimos 30 años” o es algo
que viene desde más atrás. Pero tal vez, después se pueda dar esa oportunidad.
América Latina y nuestro país, llegan a la
década de los cuarenta de la mano con un modelo económico llamado
agroexportador o desarrollo hacia afuera, totalmente maltratado, en estado de
coma y hasta desahuciado. Dicho modelo había sido golpeado fuertemente por las
crisis económicas resultantes de las guerras mundiales de dicho siglo y por la
quiebra de la bolsa de valores de Wall Street en 1929 que provocó la depresión
económica que se vivió en toda la década de 1930.
Nuestra nación, al igual que muchas otras, que
estaban diseñadas en función de la exportación de productos agrícolas,
especializadas en uno o dos productos, nuestro caso, café y banano, que no
contaba con mercado ni industria a lo interno, y que dependía plenamente de la
venta de dichos productos, para poder comprar en el mercado externo, lo que no
podía producir a lo interno; fue fuertemente golpeada por dichas crisis que
tuvieron con una de sus principales consecuencias, el cierre de los mercados,
estadounidense y europeo a nuestros productos. Lo anterior porque, ¿quién en
tiempo de crisis puede comprar o negociar?, y aún peor, ¿quién en tiempo de
crisis, sigue comprando productos no esenciales? Como fue el caso de los
postres que Costa Rica y muchos países de nuestro continente exportaban a
dichos mercados.
Era obvio que la situación anterior, iba a
sumir a dichos países en una crisis, ya que los aparatos estatales para su
funcionamiento, dependen en mucho del sistema impositivo, que recauda recursos
fiscales para el funcionamiento de los Estados, a través del cobro de aranceles
a la importación y exportación de productos, y que, al verse entorpecido,
trabado y hasta congelado las transacciones comerciales a nivel mundial, dejan
al Estado sin poder cobrar esos tributos y ocasionándole un gran déficit
fiscal. En otras palabras, si el Estado, no podían vender sus productos,
tampoco iban a poder comprar, lo que iba a generar una situación interna de
gran inestabilidad, porque ya a esta altura no solo se puede hablar que el
Estado se había quedado sin recursos para su funcionamiento, si no también, sin
poder traer al país, los productos que aquí no se fabricaban, creando un
desabastecimiento, acaparamiento y hasta especulación con la existencia y
precio de los mismos, que aunado a que muchas empresas, sin poder vender ni
comprar, también se quedaron sin recursos y muchas tuvieron que realizar
despidos masivos y otras tantas irse a la quiebra, generando un gran caos
social, porque sin empleo no había salarios, y sin salarios no había forma de
que muchas personas pudieran satisfacer sus necesidades básicas.
Es aquí donde el modelo de sustitución de
importaciones aparece como la tabla de salvación para muchos de esos países, ya
que el mismo propugnaba como una de las medidas para que estas naciones
salieran de sus crisis, que dejaran de depender del comercio exterior, ¿y cómo
se lograba en parte eso?, simple, que cada país produjera a lo interno lo que
necesitaba traer de lo externo.
Este modelo de sustitución estaba basado en el
proceso de industrialización de dichas naciones, muchas de las cuáles, como es
el caso de Costa Rica, en las cuales aquello de la “revolución industrial no
había tenido ni asomo a pesar de que hace un par de siglos casi, se había
iniciado en Inglaterra.
Ahora, ¿cómo se iba a financiar dicho proceso
de industrialización? Pues este modelo recibió el apoyo y patrocinio de la
CEPAL a través de préstamos, que fueron inyectados en el sistema de banca
nacionalizada para poder hacer dichos dineros accesibles para los medianos y
pequeños productores, los cuáles se esperaban, que aprovecharan esos dineros
para modernizar, ampliar, dinamizar y hasta diversificar su producción.
De la mano con la inyección de capitales, el
Estado Gestor, se dio a la tarea de generar una serie de instituciones que
tratarían de llevar el progreso en diferentes áreas del país y que de una forma
u otra brindarían una especie de sostén para el incipiente proceso de
industrialización nacional.
Para ayudar al crecimiento de la industria
nacional, y fiel a su estilo interventor, el Estado generó una serie de medidas
proteccionistas con el fin de estimular la producción y el consumo del producto
nacional antes del importado, y ese proteccionismo se dio con la puesta de
aranceles a los importados. Sin embargo, dicho proteccionismo, en lugar de
proteger el producto nacional, lo terminó, en la mayoría de los casos,
haciéndolos más caros que los extranjeros. Terminando, al final, cuando se puso
a competir la industrial nacional contra la extranjera, en una franca derrota
de la iniciativa autóctona contra la exógeno.
Con lo anterior, al Estado Gestor no le quedó
hasta que convertirse en Estado Empresario a partir de la década de los
setentas, y recurrir a más endeudamiento externo para la creación de las
empresas estatales que ocupaba desarrollar para poder competir, y si a eso le
sumamos el endeudamiento al que también tuvo que incurrir para financiar al
sector público no financiero, la bola de nieve para estas alturas ya era enorme
y faltaba poco para que cayera encima, algo que pasó, con la ya inminente
crisis de los hidrocarburos que empezó en esa misma década de los setentas.
Otro hecho importante de esa década de los
ochentas, fue la caída del socialismo soviético o “socialismo real”, el cual
llegó a su fin por las falencias mismas del sistema, como lo fue el
autoritarismo con el que se llevó muchos gobiernos, la negación de muchos
derechos humanos, el que no se establecieran regímenes democráticos ya que en
la gran mayoría lo que imperaba era un partido único y que al final, el
proletaria nunca llegó al poder y siguió dependiendo y estando supeditado a una
clase política, la cual le habían prometido, no iba a existir más.
Con la caída del socialismo y de la Unión
Soviética, Estados Unidos quedó con vía libre para hacerse del control y la
hegemonía mundial, y más bien, los países que formaron parte de la extinta
Unión o fueron satélites de su sistema ideológico corrieron a insertarse en el
sistema capitalista, provocando la aceleración del proceso de globalización.
Dentro de las variaciones que han venido
inmersos en la globalización ha sido el cambio de estructuras políticas, porque
de países que se percibían antes de manera individual, ahora hablamos hasta de
gobiernos supranacionales, de moneda única, de identidad comunitaria,
cooperativa, cohesionada y hasta con políticas económicas, a lo interno de la
estructura, muy definidas. Cabe señalar que este fenómeno es algo que se ha
dado solo en Europa, si no también, en el resto de continentes, se han dado los
intentos de formar este tipo de organizaciones, proceso obviamente, en el caso
americano, liderado por Estados Unidos.
Por último, me es curioso en la insistencia de
decir que la globalización no es solidaria y que es una doctrina ideada solo
para crear más brechas, ya que esa concepción no es totalmente apegada a la
realidad. Y es que ni la globalización, ni los neoliberales tiene la culpa del
nivel de endeudamiento en el que incurrió el Estado Gestor, y que dichos
empréstitos fueran dedicados a cualquier otra cosa, menos a la consolidación
del modelo o al impulsó de atraer inversión privada que terminara de impulsar
su iniciativa de desarrollo industrial, y una vez que tocó pagar las deudas que
se habían adquirido, que la cobija no fuera tan grande que logra tapar tanto,
le tocó al el mismo Estado decidir, si
continuaba atendiendo los programas sociales y no podía aspirar a nuevos
créditos para paliar la crisis, o pagaba aunque fuera los intereses de todo lo
adeudado y recuperaba la credibilidad que había perdido a finales de la década
de los setentas, principios de los ochentas.
No fueron las políticas neoliberales las que
propiciaron la crisis y final del Estado Gestor, fue su mala administración y
sus pésimas decisiones las que hicieron que no pudiera seguir funcionando como
lo hico durante casi treinta años. Las políticas neoliberales no hicieron más
pobres, fue que al tener que dejar de esquivar el Estado Gestor la realidad y
dejar de sostener un estilo de vida imposible de mantener, el que tuvo que
desviar los dineros que le entraban al pago de sus verdaderas obligaciones y tener
que descuidar el resto de áreas sobre las que tuvo mayor proyección como fue el
campo social, educativo, salud y empleo.
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